miércoles, 3 de septiembre de 2008

Sólo un deseo

Si en la vida se me concediera un deseo,
tan sólo uno,
créanme que no lo dudaría ni un segundo:
desearía conocer a Dios,
conocerlo de verdad y por entero,
que nada se interpusiera entre Él y yo.
¡cuán feliz me haría aquello!
Gozaría de la vida al máximo,
aprendería a amar a los otros con todo mi corazón,
con mi alma, con mi cuerpo y mi mente.
¡Sería tan feliz con un sólo deseo!
Predicaría con mi actuar y enseñaría a otros
lo que aprenda de Él.
Me sentiría completa, con el corazón a rebozar de paz,
¡con un solo deseo!
¡Haría tantas cosas!
es una lástima que piense esto ahora,
ahora que ya me voy,
ahora que la de pasos ligeros ya ha venido a mi encuentro

Si en este momento se me concediera un deseo,
tan sólo uno,
créanme que no lo dudaría ni un segundo:
desearía haber aprovechado más mi tiempo
y habérselo entregado a Él por entero,
de modo que ahora, en este último respiro de vida
no estaría deseando
querer conocerlo,
pues tras mis días de paso por este mundo
ya lo habría conocido
y habría hecho lo que nunca pude hacer:
amarlo a Él tanto como ahora, en medio de la muerte,
amo a la vida que ya no me pertenece.

No hay comentarios: