sábado, 30 de abril de 2011

Aniquilante

¡se destroza el alma!

¡Cuán honda caló la embriaguez!,
cuan profundas son las grietas que parecen atravesar de cabo a rabo la inmensidad toda.
El llanto oprimido extiende su clamor, se despunta al alba,
se cuela por las rendijas cual brisa de viento en el mas crudo invierno.
¡Este temporal parece no menguar, parece no desistir!
Abre las carnes y se inmiscuye en lo profundo, en lo íntimo,
amenaza con destruir los cimientos y detonar una explosión,

¿Ha de romperlo todo? ¿Acaso vas a dejarme aquí en medio de la nada de un momento a otro?
¿Me has de despojar de lo preciado, de lo por mucho atesorado?
¿cuan cándido ha de ser el fulgor para menguar el punzante dolor de lo venidero?

Es que sencillamente no se me ocurre cómo levantar la vista,
¿que faro podrá guiar mi embarcación a puerto en una noche tan oscura, tan gélida como ésta
en la que en la que ni el bravío de mi pecho parece ser capaz de hacerle frente?

Sufrí, goce, palidecí estrujando las bondades de un corazón dispuesto a más no poder,
sucumbí en mi puesto de vigilia, fui frágil, fui torpe y descuidada,
por momentos no fui capaz de soportar el desvarío,
vagué por las profundidades del desconcierto, de la duda, de la incertidumbre
y perecí allí por mucho tiempo.
Mi cuerpo ausente de sí se desintegró hasta lo mas intimo y ahora yace arrojado,
lanzado al olvido.
Mi mente divagó en eternidades olvidándose, y olvidándote...
pero no solo a ti, también a mí me dejo, se fue... olvidándome.

Y así me dejaron: indefensa, inmóvil y ausente.
Después de un tiempo ni siquiera insistí en buscarme
porque nunca albergué esperanza consciente de encontrarme,
más aún porque irónicamente nunca me di cuenta de que me había extraviado.

No se busca lo que no se ha perdido,
no se añora lo que no se ha tenido,
ni se ama lo que no se ha sufrido.

Por eso ahora, miro todas estas cosas y digo:
porque he perdido,
porque he tenido y sobretodo
porque he sufrido...
hoy no puedo sino agradecer y
elevar mi oración para que se apiaden de mi las auroras
y puedan en el porvenir brindarme una sonrisa sincera
que me haga creer que al fin todo se fundió,
que no hay espacio para ahondar el pesar.
que me hagan creer que todo se haya ya consumado y sacramentado.