miércoles, 26 de septiembre de 2007

¿Pueden abrazar las palabras?

suena extraño, ilógico y hasta descabellado. Muchos osarían pensar que afirmar esta idea desafía todo razonamiento lógico, pero si se entiende de esta otra manera, aquella como quiero plantearlo, adentrándose en el mundo metáforico y poco convencional es más sencillo percatarse de que sí puede suceder. Pueden, en efecto, las palabras brindar cobijo en momentos de desconcierto, pueden calmar al alma de rostro difuso, pueden otorgar sociego al espíritu agitado, pueden las palabras proporcionar aliento al que se encuentra cansado de luchar. Puede una palabar cambiar el sentido de las cosas, pues las palabras no son una letra junto a otra, sino más bien un todo armónico, poderoso, enormemente complejo, deslumbrantemente bello. y cuando estas palabars logran traer como por inercia a otra que le acompañe y logra hacer de una frase, un microcosmos capaz de transformar la realidad en la que fue creada, entonces estamos ante una de las obras más bellas que el ser humano puede crear. Escribir no es sólo superponer palabras y llenar una hoja de papel, se trata de una composición, suyos componentes danzan en el plano sintiéndose ágiles, vibranters, despampanantes. Son las palabras elementos vivos, potencialmente poderosas, capaces de sacar a la luz y mostrar al mundo la complejidad de la interioridad humana. Quien ha escrito alguna vez, probablemente entienda la enorme gratitud que rodea cada escrito, pues cuando se busca consuelo, se toma un lápiz. Muchas veces he podido observar cómo la mano se desliza ágil de extremo a extremo motivada quizá por una fuerza superior a nuestro consentimiento, cómo nuestros pensamientos, deseos y ocultos sentimientos van saliendo de a poco o a chorrones inundando nuestras líneas de amor, melancolía, fustración, consancio, deconcierto y salen presurosas pues en todo al ponerle nombres, depronto se definen y tal como en la infancia; el mounstro del closet depronto se asemeja más a unas cuantas prendas desteñidas y mal puestas; así estos maltrechos rumores y susurros resuenan y forman eco en nuestra cabeza sin saber qué son o porqué se encuentran ahí. De un momento a otro adquieren forma... Cuántas veces no me he sormprendido tendida en recuerdos, respirando pasado y saboreando eternidad, cuántas veces sin darme cuenta percibo en mis labios la humedad del llanto y en mis ojos la oscuridad del alma en momentos de dificultad. Si antes de escribir siento cómo mi alma rebolotea, alterada, sin hallar sociego, espectante a lo que sucederá, cómo intenta salir desesperada, cómo intenta huir de esta cruenta prisión en la que se convierte de sobresalto el cuerpo, si todo depronto parece lento y por más rapidez con la que pretenda escribir no logro alcanzar el ritmo con el que las ideas van saliendo tumultosas por la tinta, se esparcen, rocían todo, impregnan lo que tocan... si pudieran por una vez salir todas! si pudiera por un instante encontrar la palabra acertada para resumirlo todo! Cuatro letras para decir amor no alcanzan para cubrir la inmensidad del espacio que repleta. Podemos oír: Dios es amor y en esta frase para cualquiera, encontrar apenas tres palabras pueden parecer poco para dar a conocer al mundo una verdad tan grande, pero cuánto más si son leídas con prudencia y sintiendo cómo su significado se internaliza, se desmembra hasta llegar a aquella parte minúscula, aún no localizada físicamente que aloja tanto sentir para el hombre y depronto adquiere una connotación tan grande que es capaz de alimentar multitudes, avivar sus espíritus y hacer sentir al alma cuan gozosa puede encontrarse.

domingo, 16 de septiembre de 2007

La felicidad

Si fuésemos capaces un día de encontrar la felicidad,
¿qué haríamos con ella?
¿la guardaríamos en nuestro interior como al sentir el cariño del amigo,
la esparciríamos y repartiríamos al mundo como cuando nos sobra algo que quisieramos regalar,
o la esconderíamos recelosos tan oculta que nadie nunca pudiera encontrarla
por el absurdo temor de perderla al compartirla?
¿qué podríamos hacer con algo tan abstracto, tan añorado y escurridizo como la felicidad?
¿donde la pondríamos?
en nuestra casa acaso para que cuando nos visiten la observen,
o quizá sobre nuestro escritorio para que al trabajar recordemos cuanto poseemos,
o tal vez en nuestra puerta para que al entrar o salir de nuestra casa lo hagamos con una sonrisa,
sobre una mesa no se vería mal,
tampoco lo haría en alguna repisa,
nada mal luciría colgada de nuestro cuello como fina joya de colección,
en algunos momentos podríamos ponerla sobre nuestra cabeza,
para que todos la vieran,
para pavonearnos de haberla encontrado,
para algunos excéntricos como diseño sobre el auto no vendría mal,
para los más recatados un poco sobre sus prendas sería perfecto...
ja! y a tí que observas estas líneas, te pregunto:
¿cuántas posibilidades han pasado por tu mente?
¿y aún no caes en la cuenta de que es precisamente por eso, que se nos hace tan difícil alcanzarla?
pues en todo, hasta en la felicidad, regalo apetecido por todos,
el egoísmo tapiza sus intenciones,
si un día, amigo mío, encontraras la felicidad
procura no ponerla ni en tu casa, ni sobre tu mesa,
ni en algun repisa, ni en tu escritorio,
tampoco lucirla como collar en tu cuello o en tu cabeza,
y si la pones en tu auto o en tus prendas,
créeme que sobre ellas tienes puesta cualquier cosa, menos felicidad,
pues si posees la felicidad, nada más te hará falta,
ni tu casa, ni tu escritori, ni tu mesa, nisiquiera tu auto o tus ropas.
la felicidad debes hallarla para darla, para obsequiarla,
para dársela a quien te topes por el camino, a quien se cruce en tu vida,
a aquel que te agrade y al que no,
pero de cualquier manera, no puedes dejarla para tí,
es uno de auquellos tesoros que puedes pasar toda una vida buscando
pero que cuando encuentres no puedes quedártela,
porque si la guardas y la ocultas de la luz
pronto todo en tí se volverá amargura, todo se resecará
y ya lo que creías guardar no estará y aunque como avaro comerciante observes con recelo tu tesoro,
sin que te des cuenta un día ya no estará,
los grandes obsequios nunca son para una sola persona,
los grandes corazones nunca se destinan a amar a una sola alma,
las grandes personas nunca guardan sólo para ellas sus intenciones.
pero si todos logarmos saber todo esto sin gran esfuerzo, ¿por qué el mundo no es perfecto?
pues porque siempre decir será más sencillo que actuar,
y en todo, nuestro pensamiento puede llegar más alto que nuestras acciones
y nuestra mente mucho más lejos que nuestro cuerpo,
así sólo cuando nuestra alma pueda cubrir aquellos lugares para los que fue diseñada,
entonces nuestro cuerpo y todo nuestro ser podrá llegar también a él.

martes, 11 de septiembre de 2007

¿Cómo podría yo ser distinta?

Si de mi corazón brotara de pronto, una respuesta,
algo que me diera la certeza de tener tu procedencia,
¡cuánta felicidad abundaría luego en mi conciencia!
Si para amarte y quererte fui puesta en vida, ¿qué hago apartándome de tu camino?,
si tu eres fuerza y manantial de vida,
¿quién soy yo, discípulo y aprendiz para contradecir tu grandeza?
Si cuanto me rodea está profundamente inspirado en tu amor,
¿cómo podría yo ser distinta?
Si todo, aún en su pequeñez es bello, puro y hermoso,
si la más pequeña gota de rocío que se desliza suave y tranquila sobre el pasto,
te alaba, mostrando la grandeza de tu creación,
si las rocas, de bordes irregulares, frías, duras e imprecisas
se alzan con majestuosidad en medio de tu obra,
si fornidos y grandes árboles se erigen
altos y despampanantes sobre tus montañas,
si el agua corre dejando a su paso
estela de claridad y frescura,
¿cómo?, ¿cómo, Señor, podría yo ser distinta?
¿cómo podría no agradarte a tus ojos
si fui creada con la misma dedicación,
con el mismo amor con el que diste origen
a cuanto observo maravillada?
Es increíble detenerse a observar tu creación,
¡cuánto ahínco pusiste en la labor!
¡Ojala pudiera yo alguna vez entregar tanto tesón en alguna de mis misiones,
Ojala fuera capaz de amar al mundo como tú lo haces!
Ojala pudiera descubrir con la certeza de ti,
lo que puedo ser y hacer en este mundo.
Tú, Señor, que conoces todas las respuestas, pon en mí la contestación a ésta:
¿qué debo hacer con mi vida?
¿de qué me sirven todas mis virtudes? ¿cómo contribuyen mis defectos?
Si la madera es simple y compleja madera, puesta en un rincón sostiene piedras,
cobija inmensidad, protege a parte de tu creación,
puesta allí, en medio de la tranquilidad
puede y da al mundo todo lo que se necesita de ella,
¿cómo, Señor, yo no podría satisfacer la sed de mí que padece el mundo?
¿qué necesidad debo satisfacer? ¿qué hace falta en tu plan que yo pueda concluir?
Si a las aves y animales has dado una misión, una vida y un objetivo,
¡cuánto pudiera yo hacer para sentirme conciente de lo que tú quieres para mí!
Cultiva, mi Dios, en mi interior aquello que quieres de mí, hazme parte de tu misión,
quiero ser parte de tu plan,
quiero colaborar en la instauración de tu Reino,
deseo profundamente ser instrumento de tu voluntad.