sábado, 26 de septiembre de 2009

solitario

Hace falta algo de instinto,
una cuota enorme de tesón
y algo más de resiliencia
para soportar los embustes de la vida,
mantener la frente en alto
y continuar con el largo e iracundo andar.

Atormentado por sus propias letanías
marcha el incansante precusor de la buenaventura...
cuanto más si el bravío de su pecho no fue capaz,
si la certeza de antaño
divaga hoy entre incertidumbres y pesares.

Y el mundo sigue,
continúa su frenética marcha
desbordándose a cada paso...
sin percatarse siquiera
de que en el camino yace un hombre caído.

Es esa la angustia del vencido,
tener plena conciencia que nadie sabrá nunca de su derrota,
ni aún incluso cuando en la incólume conciencia colectiva
aparezca de sobresalto algún vestigio fugaz de empatía...

no surgirá nunca la suficiente delicadeza,
la astucia necesaria para haber leído entre líneas
un mensaje que se gritaba desde lo más profundo de la existencia
en un intento voraz de consumir la pena ahogada...

no surgirá nunca el hecho capaz de dinamizar una conciencia dormida,
capaz de revocar el letargo constante
que empecina a la multitud a omitir cuanto detalle le ha sido puesto delante
inhabilitados para consumir las pequeñeces que constituyen la esencia más valiosa,
incapacitados de substraer un ápice de verdad de las estanterías del día a día.

La felicidad se escurre entre manos entumidas de tocar los hielos de la indiferencia
cansadas de ocultar un rostro compungido por el agravio
pero cubierto de la indómita piel de lozanía y tranquilidad.
Se despedazan las certezas, se consumen las reservas,
se desmoronan los pilares de una fachada intacta,
se pudren los interiores de un fruto inmaculado,
la más nefasta explosión oculta bajo los más incorruptibles sellos.

Un mundo que se hace añicos,
un palabra sostenida en el silencio lanzada a la eternidad,
un grito perenne ahogado en medio de la nada
y una lucha encarnizada debatiéndose el elixir de un corazón roído...

... y todo ocurre bajo la perfecta ignorancia de sus testigos,
un ruego constante dibujado en un rostro que expuesto no es visto
una fatal melodía que se desprende del aire sin ser jamás oída...

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